Enclavado en una de las zonas de
mayor proyección de la ciudad en la actualidad, encontramos este pequeño
restaurante que se ha sabido ganar un sitio en el panorama hostelero cordobés. Si
buscáis un restaurante castizo y tradicional o por el contrario un lugar
sofisticado y vanguardista, AMALTEA no encaja dentro de esos parámetros de búsqueda.
La visita a este establecimiento, sin embargo, merece ciertamente la pena e
incluso es posible que se convierta en uno de vuestros espacios gastronómicos
de referencia.
La aventura desde el punto de
vista empresarial no debe haber sido sencilla. El restaurante se encuentra en
lo que conocemos en Córdoba como zona de La Ribera, límite sur del casco
histórico y muy cerca de la Mezquita-Catedral, pero en mitad de una calle que ha
estado cortada por obras durante varios años en su extremo occidental. Para
colmo, esta zona junto al río se había convertido desde el final de la pasada
centuria en una avenida algo inhóspita para el transeúnte. Y las mencionadas obras
terminaron por acentuar aún más la situación en el tramo entre el Puente Romano y la
llamada Cruz del Rastro donde precisamente se encuentra este establecimiento. Sinceramente,
era difícil apostar por la continuidad de un negocio en este punto de la ciudad,
pero afortunadamente Amaltea ha superado esta travesía en el tiempo y el
espacio, y lo cierto es que la zona toma nuevo impulso social y económico a lo
que se une el fin de las obras. Es de suponer que su cocina y profesionalidad
habrán tenido también mucho que ver.
Algo que destaca nada más acceder
al interior es su colorido y su carácter funcional. De planta casi cuadrada, la
mitad derecha esta ocupada por un pequeño espacio de carácter informal con
mesas altas y taburetes que preceden primero a la barra y después a la cocina
que se encuentra al fondo. El resto del espacio, a la izquierda, sirve para
situar las mesas de diferentes formas y tamaños: contamos hasta ocho. Anejo a todo
este espacio y al fondo, hay otra pequeña estancia donde se dispone una única
mesa algo más grande que el resto. El mobiliario, además de vajilla y
cubiertos, es ante todo práctico: parece salido todo del conocido distribuidor
de muebles de origen sueco Ikea. Si has visitado alguno de sus centros de
venta, sabrás de lo que hablo. En cualquier caso cumple su función práctica con
creces dándole a la vez un aire moderno e internacional. Otra de las notas
dominantes del local es el color: la mayor parte de las paredes en naranja, con
toques de azul y rojo, así como verde en la estancia más alejada; techos en
blanco y el suelo, siguiendo el mismo carácter funcional, asemeja una especie
de cemento rojo con brillo algo gastado. Por último, y volviendo la vista
atrás, una gran cristalera se dispone en todo el ancho del local.
Visitamos el restaurante entre
semana y el local esta lleno lo que nos sorprende positivamente. Acudimos por
primera vez y lo hacemos sin reserva. Debemos esperar sólo unos minutos a que
quede una mesa vacía. Todas las mesas parecen estar ocupadas por foráneos al
principio de la noche. Más tarde será la hora de los visitantes nacionales.
Tomamos asiento en una mesa
redonda. Sobre unos pequeños manteles individuales se disponen platos y
cubiertos. Nos disponemos a ojear la carta y comprobamos que las referencias tradicionales
a la cocina cordobesa o española son prácticamente nulas. No es algo negativo.
Más bien al contrario representa una oferta alternativa y distinta en la ciudad
que por su puesto se agradece. Había ojeado algo en Internet sobre el restaurante
y en muchos comentarios se habla de un restaurante casi vegetariano pero no es
así. Las verduras tienen sin duda un peso específico en muchos de los platos,
pero por supuesto no faltan aquellos donde el protagonista principal es una
carne o un pescado. Podemos destacar algunos aperitivos como las cada vez más
frecuentes ortiguillas en tempura o el paté de cabracho, y ensaladas como por
ejemplo la de espinacas rojas con queso de cabra y nueces. En cuanto a los
platos principales, ofrece la posibilidad de visitar con pinceladas distintas
cocinas del ámbito mediterráneo. Con la vista puesta en la cocina de origen
italiano encontramos por ejemplo el carpaccio de buey con parmesano y pistachos
pero también una variante más nacional con cecina de León. La pasta, la lasaña
o unos canelones de carrillada ibérica también están presentes. Si seguimos por
la costa gala encontramos platos como una mousse, en este caso de berenjena y queso de cabra o
el foie, salteado con manzana y arrope al PX. Y por su puesto referencias más
nacionales como la brandada de bacalao, el jarrete de cordero o la presa
ibérica con patatas asadas al cabrales. No falta el norte africano con los
cous-cous como los de verduras o el de bacalao. Como puedes comprobar con esta
pequeña muestra, en general se trata de cocina mediterránea donde se fusionan
preparaciones y productos de distintas procedencias.
Por cierto, si eres amante del
vino un mostrador junto a la barra te llamará la atención. Se disponen un buen
número de botellas incluyendo alguna mágnum y de mayor tamaño incluso. Es una
muestra de la interesante y bien diversificada carta de vinos tintos, blancos y
rosados que ofrece Amaltea. El número de referencias es bastante nutrido y están
representadas casi todas las zonas vinícolas y denominaciones de origen
españolas. Alguna de ellas se sirve también por copas.
En nuestro caso cenamos dos
personas y nos decidimos por una brandada de bacalao al centro que nos llama la
atención al servirse en un vaso ancho. Como platos principales pedimos un
cous-cous de verduras y la presa ibérica con patatas asadas al cabrales. Todos
los platos tienen una presentación cuidada a la vez que sencilla y las
cantidades perfectamente equilibradas. Destacar la buena preparación y el sabor
de todos los platos. En nuestro caso tengo que destacar la presa ibérica, buen producto que
estaba en su punto con la excelente guarnición de patatas asadas y la sabrosa
salsa al cabrales. Como postre compartimos un tiramisú también servido en vaso
y que nos resultó quizás algo seco. En la bebida tomamos una caña de cerveza,
un par de refrescos y una copa de tinto de Cariñena. Todo por 43,5 euros. Como
puedes ver hablamos de platos con un precio medio que ronda los 8 o 10 euros.
Dejamos Amaltea tras pasar una agradable
cena, donde hemos disfrutado de una atención y trato amable, y con la sensación
de haber descubierto un restaurante ciertamente interesante por su cocina,
sencillez y con una excelente relación calidad-precio. Un lugar para una
escapada más allá de la tradición y el vanguardismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario