Plaza de la Trinidad, 3
Ya se ha escrito en la prensa sobre la declaración de intenciones que se destila del nombre del establecimiento: “inkieto” de movimiento, de búsqueda o de cambio. Nosotros nos permitimos fijarnos en esa letra “k” que lleva su nombre, deliberada incorrección ortográfica y resaltada además de manera consciente en el diseño de su logo. Ahí adivinamos también ese punto rebelde y subversivo dentro de la formalidad y el orden que todo buen negocio de restauración debe tener.
Antes de ir desgranando el desenlace de esta historia, empecemos por el principio: abrieron el 8 de marzo de 2024 y por tanto superaron su primer añito en el que fueron despertando el interés de muchos, incluidos nosotros, y en el que han ido confirmado esas prometedoras expectativas. Ocupa el local que antes ocuparon el “Bar Curro” y más reciente la taberna “Mis Abuelos”, pero dando un giro radical en estilo respecto a estos precedentes más tradicionales.
Imagen de la entrada de El Inkieto en la Plaza de la Trinidad de Córdoba -imagen extraída de Google Street View-
Aunque su dirección nos indica que se encuentra en la plaza, la Plaza de la Trinidad, y en ella destaca un vistoso portón con su nombre, hay que dirigirse unos metros hacia la izquierda para encontrar la discreta calle Montemayor donde localizaremos definitivamente su entrada. Una vez traspasada, encontraréis primeramente una zona de mesas y asientos altos que darán seguidamente paso a la barra a la derecha, donde también es posible tomar algo, y finalmente a la izquierda el espacio principal y quizás más cómodo con mesas y sillas bajas.
Nuestra experiencia sibarita la disfrutamos, por cierto, desde una de esas mesas bajas donde, en medio de una iluminación media, nuestra vista descubre un ambiente cromático a base de blancos, grises y negros que se alternan junto con el inusual amarillo que parece marca de la casa. Y a la vista también el vino, vino que habla en las paredes del protagonismo que sin duda pretende tener dentro de este proyecto.
Mesas en El Inkieto
Tapa de aperitivo en El Inkieto
En este descubrir del ambiente, nos llega la carta y ya empezamos a poner atención en lo gastronómico. La carta en sí misma es otro aspecto distintivo del lugar. Nada formal, por supuesto: un folio escrito a mano donde se listan los platos a degustar ese día y sus precios correspondientes. A este listado habrá que añadir normalmente algunas opciones más fuera de carta.
Carta de El Inkieto durante nuestra visita
En este punto, decir que el responsable de cocina es Luca Mazzrella, nombre que resulta no ser nuevo para este blog. Y es que en nuestro “Balance Sibarita 2022” comentamos como destacada la apertura, o reapertura podríamos decir, de “El Bosque”, emblemática enseña cordobesa de la zona del Brillante donde precisamente este chef italiano era el máximo responsable. Como también dijimos en aquella ocasión, en el pasado trabajó en las cocinas de importantes chefs entre los que destacan Dabiz Muñoz e hicimos mención a su cocina que era de corte mediterránea con evidentes influencias asiáticas y peruanas. En El Inkieto, y como vamos a comprobar, sigue esa misma línea de estilo y con resultado claramente satisfactorio.
La experiencia culinaria, si te la cuenta alguien que ya haya estado o como te indican al recibir la carta, se basa en probar varios platos, cinco o seis, más postre y compartirlos todos. Y si os gusta el vino, nosotros añadiríamos que éste podría ser además el perfecto acompañante.
Y yendo al relato de nuestro paso particular por El Inkieto, decir que empezamos precisamente con una de las propuestas que suelen tener fuera de carta. Había opciones con las ostras como llamativo reclamo, pero nos decantamos por unos “Tiraditos de lubina” que se acompañaban de un ajoblanco de coco y de delgados trozos de pimiento rojo. Cuando hablamos de “tiraditos”, hablamos de cocina de origen peruano, tratándose en este caso de finas láminas de pescado marinado. Un plato fresco y ligero para empezar.
“Tiraditos de lubina” de El Inkieto
Más contundente es el “Niguiri de presa Ibérica”. Se corona de “manteca colorá” y se termina en mesa con soplete. Fusión de cocinas y sabores con resultado más que satisfactorio.
“Niguiri de
presa Ibérica” de El Inkieto
En la carta encontramos mazamorra y caímos una vez más en la tentación de probar. “Mazamorra asiática” por aquello del acompañamiento crujiente a base de setas shiitake y shimeji, y de tempura. Siendo sinceros, somos más “fans” de otras que han pasado por el blog, pero no por ello vamos a dejar de decir que no deja de ser una combinación “resultona” y que acabamos con ella, claro.
“Mazamorra asiática” de El Inkieto
Más Asia, concretamente con la “Gyoza de gamba y cardo” sobre una crema de “panang curry”. Ya sabéis, empanadillas japonesas de textura blanda que nos gustaron por su relleno y que acabó convirtiéndose en un plato para no dejar mojar.
“Gyoza
de gamba y cardo” de El Inkieto
Y en esta alternancia de producto del mar y carne, terminamos finalmente con el “Lomo bajo y tuétano”. Fileteado perfectamente y acompañado de trompetas de la muerte y brotes tiernos. Jugoso y gran colofón para la parte salada.
“Lomo bajo y tuétano” de El Inkieto
Parece que no era la estrella entre los postres, pero decidimos acabar con una “Tarta de Yuzu”. Toque cítrico, dulce y de gran sabor para concluir una experiencia con buen sabor de boca.
“Tarta de Yuzu” de El Inkieto
El protagonismo del vino que antes comentábamos queda más que patente a poco que mostremos interés o nos dejemos llevar por el entusiasmo que en este capítulo le pone Alba Arévalo, responsable además de sala. Su nombre también estuvo ligado al proyecto de “El Bosque” que antes comentábamos ejerciendo igualmente de jefa de sala. Ahora en El Inkieto, los artículos periodísticos le otorgan el otro 50% de importancia en esta iniciativa, pero no hace falta leer nada para confirmar que su presencia es notable. En ella hay conocimiento, gusto y un cierto don para ofrecer cosas con acierto distintas a las habituales. Refugiarse en los clásicos siempre es un seguro, pero se agradece que alguien te descubra referencias realmente interesantes. Lo dicho, el vino no es un complemento más y en El Inkieto es un punto fuerte.
La cantidad de vinos que se pueden degustar por copas claramente ayuda a disfrutar la diversidad de referencias que ofrece el establecimiento y de las sugerencias de Alba. Nosotros probamos “El Bicho Raro” tinto de Yecla, “Casal de Armán” blanco de Ribeiro, “La Encina” tinto de Alicante y “Finca Las Yeguas” blanco de Sevilla. Y no podemos olvidar una recomendación que no quiso que dejáramos de probar: “Dulce de Invierno”, un extraordinario vino dulce de Rueda. Recomendable para terminar la noche en El Inkieto y casi para que no falte en casa.
El vino, gran protagonismo en El Inkieto
Con todo lo relatado la cuenta -cena para dos- resultó en 83,8 euros. No nos pareció desentonar teniendo en cuenta la cantidad de platos, por producto y elaboraciones, y de vinos. Sumemos también a todo esto una noche en ningún caso monótona y donde se respiraba una dinámica vibrante en sala por el trasiego del personal, joven y simpático, llevando platos y relatando detalles de ellos.
Conclusión de la experiencia Sibarita: podrán hacer “lokuras”, como dicen ellos, pero está claro que saben lo que hacen. Y nosotros que somos también inquietos, buscaremos nuevas experiencias para disfrutar y contaros, pero aquí volveremos.
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